Si algo expresa a la perfección el significado de cándido, para nosotros, eso es el protagonista de It’s Such A Beautiful Day, la película de Don Hertzfeldt. Bill, que así se llama el protagonista de dos dimensiones físicas y una profundidad simbólica infinita, es un ser humano lleno de inquietudes reales que pueden parecer insanas y cercanas a la locura, pero no deja de ser un ser humano, después de todo. Un ser humano animado, pero humano, porque le sentimos cercanos a nosotros, a lo largo de todo su viaje formado por tres cortometrajes que van de 2006 a 2011, y que dieron pie a la película estrenada en 2012 como compilación de todas como una sola.
¿Por qué le sentimos tan cercano en este blog?, puede que te preguntes. Básicamente porque todos hemos pasado en algún momento de nuestras vidas por un bache emocional, por un pensamiento obsesivo que escapa a nuestro control y comprensión, por una monotonía que destruye nuestro día a día sin saberlo o ni siquiera percibirlo, gracias a nuestra capacidad de funcionar con el piloto automático encendido. Pero no sólo por eso, también, y sobre todo, porque Bill, el personaje creado, dibujado y escrito por Don Hertzfeldt, quien también pone voz a las películas en forma de narrador, nos transmite tanta vida como empatía nos genera. Su sufrimiento, así como su potencial sin proyección en una vida que promete tanto y tantas veces sólo ofrece decepción, ansiedad, dolencias o enfermedades, es real.
Si bien cada uno de los tres cortos detrás de It’s Such A Beautiful Day mantienen un tono similar entre sí que los conecta y los convierte en una sola película, lo cierto es que algunos son más optimistas que otros. Si el sueño perdido no se recupera nunca, aún menos los momentos que vivimos, los recuerdos que permanecen en la memoria, ni mucho menos todo lo que nos ha ido formando como las personas que somos. Por eso, quizás, la película de Hertzfeldt resulta tan estremecedora, por recoger en tan poco tiempo, con un trazo tan especial, tanta complejidad vital, con un tono tan desenfadado y una música que no hace más que aportar y nunca quitar importancia a lo que vemos. El post-humor, las reflexiones, la personalidad autoral y el propio personaje principal, hacen que este artículo no sea más que un homenaje y una recomendación para todo aquel que todavía no conozca dicha obra, así como otras del director y guionista, que se sigue superando año a año con sus ingeniosas aventuras (que dejamos al final de este escrito en forma de posts relacionados).
Everything Will Be Ok (2006), la melancolía de Bill
En Everything Will Be Ok conocemos a Bill y nos introducimos en su psique. Conocemos los antecedentes vitales del personaje, su infancia, su pasado, sus relaciones familiares y de pareja, algunos destellos del pasado que han ido deformando su realidad, así como otras rutinas de una vida sencilla, imperceptible, pero que afectan a su mente cada vez más deteriorada, aunque sea con detalles tan simples como un saludo y que, a pesar de lo básico que puede ser, nos afecta durante un buen rato a lo largo del día.
La música de Bedrich Smetana con Vltava (The Moldau), el sonido de las aspiradoras (o expulsadoras) de los barrenderos, la observación y no volver a coger fruta en el supermercado de la misma manera que la habías estado cogiendo antes de ver la película, nos acompañan a lo largo de 17 minutos donde reímos y sufrimos por el porvenir de Bill. Pero que no os lleven a confusión nuestras palabras: en Everything Will Be Ok no hay gravedad, aunque la haya, y lo mismo ocurre en el resto de cortos. La épica, que esta sí existe de un modo extraordinario, por cómo levanta el valor de la vida y el mencionado potencial que tiene y que sin embargo para muchos carece de proyección. Y quien dude de la épica, que preste atención a la aparición de otro tema dentro de la película: Das Rheingold Prelude, de Richard Wagner, así como del momento en el que aparece (aunque en este caso puede que nos estemos adelanto algunos minutos de metraje).
I Am So Proud Of You (2008), las segundas partes casi siempre son buenas
A Don Hertzfeldt alguien debería decirle que es el mejor escogiendo títulos para sus películas. Dicen tanto con tan poco. Y es que I Am So Proud Of You es la mejor de las tres partes, quizás por permitir ampliar el desarrollo del personaje que nos presentaba en la parte anterior. Aquí, Bill parece recuperarse de los problemas de salud vividos mientras pone en orden unos pensamientos que a menudo parecen incontrolables. Si en World Of Tomorrow decíamos estar orgullosos de nuestra tristeza, aquí el orgullo es aún mayor, porque engloba aún más de nuestras vidas, y tanta angustia como porvenir alegre.
Porque otra cosa no, pero sonreír o incluso reír a lo largo de los 22 minutos de metraje, sonreímos. Quizás al observar en un espejo desacomplejado y sin un hálito de pretensión pedante que la vida es lo que es, porque eso nos relaja, valoramos más lo que tenemos, que si bien somos todo potencia sin control, o que el sueño perdido no se recupera nunca, aun así la vida sigue valiendo la pena. Como diría aquel: La cabeza espacial que se va desligando de un modo cíclicamente atemporal en la eternidad del papel y de la arena, del cuerpo.
Aunque no sé qué quiere decir.
It’s Such A Beautiful Day (2011), el corto que cierra la trilogía y completa el largometraje de 2012
Hasta llegar al vértigo. Al existencialismo más anómalo, inaccesible, unipersonal y al mismo tiempo más generalizado. Y todo porque tememos hacerlo público, porque implica adentrarnos en un abismo que, aunque mucha gente dice no temer o no pensar en él, sigue habitando en muchos de nosotros. El futuro no lo ha visto nadie, en la vida solamente mueren los demás, el encanto de la vida está en lo que vivimos y a lo que nos aferramos, y por todo ello y mucho más It’s Such A Beautiful Day, el corto, es un gran cierre de la trilogía.
Y como tal, nosotros queremos cerrar esta humilde oda a Bill con una cita de la película que engloba todo lo que hemos contado sobre ella y todo lo que nos hace sentir. Porque nunca una voz en off ha sido tan necesaria, convincente e irrefutable como motor de la narración, siempre dejando espacio a una animación y unos silencios a menudo incómodos que convierten en joya cada uno de los cortometrajes, haciendo que queramos seguir viendo más obras de este autor estadounidense con una cabeza algo especial. Si no nos crees, echa un vistazo al canal de YouTube de Don Hertzfeldt y a alguno de sus otros trabajos.
Pasará cientos de años viajando por el mundo; aprendiendo todo lo que hay que saber. Aprenderá todos los idiomas, leerá todos los libros, conocerá todas las tierras. Pasará miles de años creando impresionantes obras de arte. Aprenderá a meditar para controlar todo el dolor. Se librarán las guerras, y se encontrarán grandes amores, y se perderán, y se encontrarán, se perderán, y se encontrarán, y se encontrarán, y se encontrarán, y los recuerdos se construirán sobre los recuerdos, hasta que la vida siga un ciclo sin fin. Engendrará cientos de miles de niños de cuya descendencia exponencial perderá lentamente la noción de los años. Cuyos millones de vidas hermosas, eventualmente, serán barridos nuevamente de la Tierra. Y aun así, Bill continuará. Aprenderá más sobre la vida que cualquier ser en la Historia, pero la muerte siempre será un extraño para él. La gente irá y vendrá, hasta que los nombres pierdan todo significado, hasta que las personas pierdan todo significado y desaparezcan por completo del mundo, y Bill seguirá viviendo. Se hará amigo de los próximos habitantes de la Tierra; seres de luz que lo veneren como un dios. Y Bill los sobrevivirá a todos, durante millones y millones de años, explorando, aprendiendo, viviendo. Hasta que la tierra lo trague bajo sus pies. Hasta que el sol se haya ido hace mucho tiempo. Hasta que el tiempo pierda todo significado y llegue el momento en que solo conozca las posiciones de las estrellas y las vea tanto si sus ojos están cerrados o abiertos. Hasta que olvide su nombre y el lugar del que había venido. Él vivirá, y vivirá, hasta que se apaguen todas las luces.
(Madrid, 1987) Escritor de vocación, economista de formación, melómano, cinéfilo y amante de la lectura, pero más bien amateur.