Porque no sólo de música vive el hombre, sino también de cine con grandes bandas sonoras originales, el tercer nombre de la lista con lo mejor del año es La doncella (The Handmaiden), de Park Chan-wook. Este realizador, uno de los más representativos del cine asiático, es muy apreciado entre gran parte de los cinéfilos por su labor al frente de Oldboy (y el resto de la trilogía de la venganza), ha estrenado este año una nueva película que sigue destacando por una estética y una narrativa muy particulares, imágenes muy estilizadas y una ambientación única, gracias también al trabajo del compositor de música clásica habitual (y nunca suficientemente reconocido) del director, el grandísimo Jo Yeong-wook.
El otro día leí un artículo que defendía la idea de que este film podría ganar absolutamente todos los premios existentes en los Oscar. No es que eso importe demasiado (obtener premios), pero no deja de ser interesante como idea.
La doncella (The Handmaiden) es perfecta a nivel de guión, montaje, de narración (aunque muchos pueden acusarla de tramposa al aportar puntos de vista diferentes que le ocultan ciertas cosas al espectador), de vestuario, música y actores. En cualquier caso, esta obra basada en el libro de Sarah Waters pertenece sin duda a la lista de lo mejor de 2016, y es de agradecer: Park Chan-wook no parecía el mismo tras Thirst y Stocker. O puede que fuera el mismo, pero demasiado.
Crítica de La doncella (The Handmaiden)
Y es que a lo largo de la película, las estratagemas que utiliza el director invitan al espectador a deconstruir y reconstruir la historia de las dos protagonistas y del resto de personajes. Como si fuéramos partícipes de un juego erótico, intentamos revelar lo que hay detrás de cada acto en el que la película está dividida, y todas estas dudas excitan nuestra imaginación. De estos esfuerzos imaginativos nace esta ficción, mitad rompecabezas, mitad romanticismo y erotismo. Puede que lo mejor de todo sea ver cómo Park Chan-wook occidental no llene de prejuicios su visión, aunque es posible que el que tiene la mirada sucia, no la limpie nunca, y menos frente a una experiencia erótica respetuosa que pretende sorprender a todos los espectadores.
Sea como fuere, La doncella sirve como regreso del realizador coreano a la excelencia técnica, psicológica y truculenta que tantos seguidores le ha agenciado, unido todo ello a su humor negro, no siempre sencillo de hacer bien. Por el bien de los espectadores potenciales, no hablaremos del argumento, y lamentamos las altas expectativas que podamos ocasionar con este texto, por si en el futuro no se cumplen. La calidad es incuestionable, pero los gustos no lo son.
(Madrid, 1987) Escritor de vocación, economista de formación, melómano, cinéfilo y amante de la lectura, pero más bien amateur.