Un mundo sin sol (Jacques Cousteau)

Crítica de Un mundo sin sol (1964)

Cuaderno de bitácora maldito, 17 de septiembre de 2017. Reseña de Un mundo sin sol (1964), de Jacques-Yves Cousteau. Alternativa para Jacques (2016), de Jerôme Salle.

Nuestro amigo Jacques Cousteau falleció hace 20 años, en el verano de 1997, hace dos tercios de mi vida, pero me acuerdo perfectamente de él como de otros nombres del documental de entonces… como si, después de todo, les hubiera prestado atención y me marcaran.

¿Qué queda de él y su legado hoy? Cuando era niño (yo), la estantería del salón estaba repleta de cintas de vídeo VHS, en su mayoría de la(s) serie(s) de David Attenborough, aunque también de algunas menos cintas del Mundo submarino (1966) de Cousteau. El resto del espacio estaba ocupado por la enciclopedia de medicina, el diccionario enciclopédico Larousse y algún que otro álbum de fotos familiar. ¿Qué queda de todo aquello? Ahora es digital.

¿Qué queda de una persona que obtuvo tanto espacio en las estanterías de la gente de los 90 con un trabajo realizado décadas antes?

01:00 P.M. Anotaciones previas. Comienza Un mundo sin sol

Después del gran éxito y de la atención mediática que le supuso y generó El mundo del silencio (1956), Cousteau prescinde de la colaboración de Louis Malle y dirige en solitario -como ya hizo en el 43- Un mundo sin sol, la secuela espiritual de su primer largometraje, y la que le abrió las puertas del documental para televisión definitivamente, de donde ya no se movería en los siguientes 10 años de su carrera, todos ellos de una factura impresionante incluso vistos hoy.

02:46 P.M. Documental

Si el lector de hoy ha tenido a bien leer la reseña de El mundo del silencio disponible en esta página, se habrá dado cuenta de un detalle: lo locos que estaban todos los tripulantes del Calypso y allegados. Si bien su tarea de divulgación era bien clara y no daba lugar a dudas, tanto como su interés y aprecio de la mar y su naturaleza, lo que sorprendía, a nuestros ojos actuales, era la falta de aprecio o respeto por la vida animal, a pesar de ser en sí misma una de las primeras reivindicaciones ecologistas realizadas en el cine.

He ahí la principal diferencia que se atisba en Un mundo sin sol, que no es sólo un documental sobre el mundo submarino, sino un acercamiento más serio y más técnico a la vida de los que investigan ese mundo y del mundo que investigan, cámara en mano y omitiendo (la mayor parte de) las conversaciones preparadas como parte del empeño por mostrar el día a día de ese barco, del batiscafo, de la jaula y de la propia profundidad del mar.

Una vez dispuestos, con toda la información necesaria, por fin podremos descender, cual nave espacial hacia el espacio, entre comunicaciones nave a nave, con extraterrestres tan curiosos como los propios oceonautas. Un Gran Hermano donde tienes que tener bien puesta la cabeza para soportar lo que conlleva imaginar estar casi en la nada, vivir en gravedad flotando, y en soledad (de camaradas); en pura monotonía, salvo cuando tienes que nadar. Reflejos terrestres de una existencia marina, poco más, para estudiar el comportamiento animal y para descubrir nuevas especies, si hace falta. He ahí, al final, donde este documental se gana el interés, en esas imágenes magnéticas, casi vacías, a pesar de su belleza y rareza.

Como tal, resulta tan interesante como El mundo del silencio, una extensión complementaria que, de ver, te puede llevar a enloquecer y a enardecer por esa vida, la que llevaba toda esa tripulación, con toda esa presión (en sentido literal, más que figurado). A mí me sigue dando tanto miedo como la primera vez, sabiendo de la fragilidad de la pureza del aire bajo el mar, sin necesidad de valorar hasta qué punto algunas situaciones son reales o ficticias/preparadas, precursoras de documentales posteriores que también han estudiado el comportamiento animal. ¿Cómo puede relajar tanto algo tan asfixiante? Y al mismo tiempo.

03:12 P.M. Legado

La mayoría de biografías realizadas sobre personajes relevantes de la Historia contemporánea suelen centrarse en su vida personal, a pesar de ser reconocidos mundialmente por su trabajo. La vigencia de Cousteau, a nivel de estudios o fundaciones, parece seguir viva, aunque en nuestros televisores poco quede ya de él (la mayoría de su trabajo, en cualquier caso, se puede encontrar en internet). Sin embargo, la vía que él abrió, profesional y espiritualmente, ha servido para que otros siguieran su camino, descubriendo, estudiando y protegiendo la vida animal y sus entornos. O eso esperamos.

Da la sensación de que, durante su época, la que correspondió con la etapa más prolífica de su carrera, no existiera nadie más que Jacques Cousteau dentro del mar. Han pasado muchos años y con ellos han mejorado la tecnología y las mentalidades (en teoría), pero las ideas y los guiones parecen mantener el mismo estilo y argumentos, ayudando a dormir siestas a millones de personas (y quién sabe si creando sueños en ellas).

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