Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi: Primavera, verano, otoño e invierno

Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi

Es probable que algunos hayáis leído Vivaldi y hayáis pensado: música clásica, buf, qué rollo, me duermo, la música clásica es para gente mayor, para aburridos, me voy a leer otro artículo. Y oye, que todas las opiniones son respetables, pero si habéis llegado hasta aquí, esperamos que leyendo este post descubráis que la música clásica puede ser igual de emocionante que el rock, el pop o (casi) cualquier otro tipo de música.

Uno de los más famosos compositores de música clásica y mejores representantes del género es Antonio Vivaldi, independientemente de si os gusta o no la música clásica, seguro que alguna vez habéis escuchado Las cuatro estaciones, o al menos una de las cuatro. A veces la música clásica aparece en los lugares en los que menos esperaríamos escucharla…

Es más, escuchamos música clásica prácticamente a diario, en muchas canciones que bailamos en las discotecas (si se puede) o en nuestras playlists favoritas y a lo mejor no nos hemos dado cuenta. Por ejemplo, en Bad Romance, Lady Gaga utiliza el Preludio y Fuga nº 24 en si menor de Bach; Mika para su Grace Kelly se basó en el Largo Al Factotum del Barbero de Sevilla; el famoso Himno A La Alegría que cantó Miguel Ríos utiliza la Novena Sinfonía de Beethoven y algo que sucede mucho en el rock, como Mago de Oz en El Santo Grial que utiliza para su parte instrumental la Marcha Turca de Mozart o Jethro Tull en Bourée versionando el Boureé en mi menor de Bach. Y no seguimos porque la lista se podría hacer interminable.

Si prestamos atención a lo que escuchamos, nos sorprenderá escuchar partes de música clásica que se adaptan a la canción moderna o directamente “trozos” originales de estas piezas. Tal vez no nos suenan en un principio, pero si os estáis iniciando con Vivaldi, esperamos que, a partir de hoy, sintáis ganas de investigar y averiguar qué compositor ha servido de inspiración para esta canción o la otra.

Biografía de Antonio Vivaldi y resumen de su obra

Antonio Vivaldi nació en Venecia en el siglo XVII, en pleno barroco, época caracterizada por la depresión económica, las plagas de peste, la Guerra de los Treinta Años o la doctrina contrarreformista. Pero también época de grandes científicos como Galileo, Newton, filósofos como Descartes y gran desarrollo de las artes con escultores como Bernini, pintores como Caravaggio, Artemisia Gentileschi, Poussin, Maíno, Murillo, Rubens o Rembrandt y escritores como Góngora, Quevedo o Molière.

Musicalmente, el barroco se dividía en tres periodos, siendo protagonista Antonio Vivaldi en el periodo tardío, caracterizado por la fusión de la armonía con la polifonía y el estilo fugado. Resumiendo, tecnicismos: era la época de las óperas, del máximo esplendor de Bach y Händel, aparte del protagonista de este artículo.

Antonio Vivaldi aprendió a tocar el violín desde bien pequeño gracias a su padre Giovanni Battista, que fue un músico muy importante. A los 13 años ya había compuesto su primera obra litúrgica. Menudo niño prodigio. Además, con 15 años empezó a estudiar para sacerdote, aunque siempre se sintió más inclinado hacia la música. Debido a su asma, se “libró” de dar misas, aunque eso también le impidió dedicarse a instrumentos de viento.

Con 25 años se convirtió en maestro de violín en un orfanato, donde trabajó durante 30 años en los que compuso la mayor parte de sus obras. Vivaldi escribió conciertos, cantatas y música sacra para esos chavalines que aprendían música de un genio y a su vez se convertían en músicos o cantantes de coro.

En esas épocas, como podéis imaginar, no se publicaban álbumes sino colecciones. Antonio Vivaldi publicó su primera colección de sonatas en 1705 y fue en 1711 cuando su colección de conciertos para violines e instrumentos de cuerda fue un éxito.

Con el inicio del nuevo siglo, Vivaldi se hizo “influencer” en el mundo de la ópera, aunque sus inicios fueron un poco complicados. A pesar de su educación, una de sus óperas, Arsilda, regina di Ponto, trataba del enamoramiento de la protagonista Arsilda, de otra mujer, Lisea, que se disfrazaba de hombre. Al censor casi le da un infarto…

Entre 1717 y 1718, Vivaldi se traslada a Mantua para un nuevo trabajo y allí conoce a Anna Tessieri Girò, con quien establece una relación profesional, aunque las malas lenguas, que existen desde que el mundo es mundo, especulaban sobre la naturaleza real de esa relación. Es en esta época cuando compone Las Cuatro Estaciones, cuatro conciertos para violín dedicados a cada estación del año. Es esta su obra más famosa ya que supuso una revolución musical.

Vivaldi recibía encargos de la nobleza y la realeza, Carlos VI de Habsburgo, que era fan total, le nombró caballero. Sin embargo, en sus últimos años, Antonio (ya hay cierta cercanía) pasó dificultades económicas y decidió irse a Viena, pues allí vivía su protector Carlos VI y podría ofrecerle un puesto en la corte. No duró mucho puesto que Carlos VI falleció, Vivaldi se quedó sin protector, pobre y acabaría muriendo poco después a la edad de 63 años.

Otro caso más de lo injusta que puede ser la fama: hoy estás en lo más alto y mañana nadie te recuerda…

Las cuatro estaciones de Vivaldi

Pero nosotros siempre le recordaremos por Las Cuatro Estaciones, su mejor obra, innovadora, atemporal, revolucionaria en su época y que sin él saberlo ha sido inspiración para muchísimos músicos de antes y de ahora. Es el caso del músico Max Richter, que en 2012 sacó un álbum retrabajando Las Cuatro Estaciones. Un homenaje que a Vivaldi con seguridad le hubiese emocionado escuchar, dadas las innovaciones existentes en el Siglo XXI.

Pero, ¿por qué es tan importante la obra de Vivaldi? Porque supo, entre otras cosas, representar la naturaleza mediante instrumentos musicales: arroyos, pájaros, perros, mosquitos, tormentas, niños, etc. Además, los conciertos iban acompañados de unos sonetos, cuya autoría se asocia al propio Vivaldi, que describen qué sucede en cada estación. Esto es lo que más tarde se llamaría música programática, es decir, música que nos hace evocar ideas, sentimientos. Como podéis imaginar, esto fue algo innovador en la época.

La primavera tiene partes de una sinfonía de otra ópera de Vivaldi, Il Giustino. Los otros tres conciertos son originales. Cada concierto está dividido en tres movimientos, rápido – lento – rápido y cada soneto también se divide en tres partes. El primer y tercer movimiento están en tiempo allegro o presto y el segundo en adagio o largo y el conjunto de instrumentos es violín solista, cuarteto de cuerdas (violín primo y segundo, viola, violonchelo, contrabajo) y bajo continuo (clavecín u órgano).

La primavera

Con una estructura allegro, largo, allegro, La primavera nos evoca esos días de tiempo agradable, de pajarillos que empiezan a cantar después del silencio del invierno, alguna tormentilla aislada, el susurrar de las hojas de los árboles, los niños que salen a disfrutar. En general, es un concierto alegre, el preámbulo del verano, esos días en los que anochece más tarde y estar en la calle es un gusto.

El verano

Por otra parte, El verano, con estructura allegro, adagio, presto, nos transmite la alegría de los días soleados, de las vacaciones, la sensación de esos días tan calurosos en los que no apetece hacer nada, que hasta los animales están agotados. De repente un día cae una tormenta tan fuerte que nos hace hasta pasar miedo (y más si nos pilla por la calle con sandalias). El verano es un cúmulo de emociones y de experiencias que luego recordaremos con cariño.

Con bastante probabilidad, El verano también la estación más utilizada en los acompañamientos audiovisuales últimamente, sobre todo para cine y publicidad.

El otoño

En cuanto a El otoño, organizado en allegro, adagio, allegro, se lleva ese calor asfixiante y nos deja un fresquito estupendo para hacer cosas como la vendimia, salir a pasear, disfrutar de la naturaleza, de los bosques, pero también cierta nostalgia por esos días de verano que se nos han escapado entre las manos y siempre nos parece que ha sido injustamente corto.

El invierno

Para acabar, El invierno, dividido en allegro, largo, allegro, nos deja helados, nos paraliza, es un poco tenebroso, uno solo tiene ganas de estar pegado a una estufa mientras mira por la ventana el chaparrón, los típicos días de mantita, peli y palomitas (la versión del siglo XVIII sería hoguera, casaca y conciertos de Vivaldi), pero también hay días en los que podemos salir a patinar sobre hielo, jugar con la nieve, disfrutar del frío.

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