Después de conocerle a través de sus, en este momento, dos últimos álbumes en solitario –1971 (2010) y Diarios (2013)-, Rafael Berrio fue para mí uno de esos extraños cantautores cuya personalidad y mente son capaces de crear universos propios en los que poder recrearte durante tan sólo 4 minutos de tu vida, y de los que con ello se crean tantos seguidores como detractores.
*Nota: este contenido, publicado en 2014, ha sido actualizado en 2023.
Rafael Berrio es algo así como un artista de otra época, y como tal quedará para mí. Alguien único de cuya música uno saca tanto bueno como peculiar hasta el punto de sentir cierta vergüenza por escucharlo. Quizá por estar fuera del tiempo en que uno vive, como si él debiera haber sido parte de otros movimientos y otras épocas. De cuando la música en francés triunfaba en todo el mundo, de cuando el carácter y la personalidad del artista traspasaban cada gramo de su ser y de su música.
Las mejores canciones de Rafael Berrio y un modesto homenaje
Rafael Berrio falleció el 31 de marzo de 2020. Varios meses antes (quizás igual hasta hacía años, pero como la pandemia o el confinamiento me quitó la capacidad de medir el tiempo pasado), le vi entrando en el vagón de metro donde yo estaba y me quedé un rato mirándole a ver si me acercaba o no. Al final no lo hice.
Acababa de pasar ya un tiempo desde que Rafael Berrio colaborara con Jonás Trueba en La Reconquista, de eso me acuerdo, pero más recuerdo que no había pasado mucho tiempo desde que le vi hasta la noticia de su muerte, porque entonces pensé en que no me pareció verle enfermo ni nada similar. Mierda de todo. De hecho, recuerdo que iba con un instrumento colgado a la espalda, de lo que pensé que ya estaría preparando un nuevo álbum.
Si bien este artículo nació sencillamente para hablar sobre dos discos en concreto, sin saber por aquel entonces prácticamente nada sobre el pasado del artista en Deriva o Amor A Traición, los años lo han convertido en un modestísimo homenaje al cantante.
Destacaba, cuando empecé a escribir en 2014, la temática de sus letras, incluso el uso de las palabras, que forman parte de ambientes más cercanos al mundo de Jacques Brel o Charles Aznavour (artistas insuperables), por ejemplo, que de cantautores actuales como Nacho Vegas o José Ignacio Lapido.
Temas como Las mujeres de este mundo, Como Cortés o Simulacro, de su primer álbum, son buenos ejemplos de esto que digo, así como En las lindes del fin, Insomne o La alegría de vivir, de su último disco.
Como única nota negativa diría (dije en 2014) que, en mi caso -que con la música en español mis oídos tienden a ser más prejuiciosos que con la música en otros idiomas- la primera escucha (en 2010) fue un poco difícil, ya que esa afectación tan típica de los años 60 y 70, muy habitual en la discografía de Camilo Sesto, por ejemplo, así como en la música italiana de entonces, ya no se da apenas hoy en día y uno no está acostumbrado.
Ahora puedo decir que fue todo un acierto haberle dado una segunda oportunidad. Sus dos álbumes bien destacados aquí podrían formar uno solo, ya que son sonoramente casi idénticos. Se nota la predilección por las melodías elegantes, el uso del piano y el violín.
Todas las canciones merecen atención, ya que esconden introspectivas letras que parecen haber sido escritas (para ser escuchadas) en la soledad de la noche, con un cigarro en la mano y un millar de recuerdos en la memoria. Y es extraño que a lo largo de estos años no haya gozado de mayor repercusión a nivel de público.
(Madrid, 1987) Escritor de vocación, economista de formación, melómano, cinéfilo y amante de la lectura, pero más bien amateur.