Una canción, una versión: Jacky / Jackie

Jacques Brel y Scott Walker

A lo largo de la Historia de la Música, aunque cada vez con menos frecuencia, era habitual traducir las canciones populares en otros idiomas al propio. Era una fórmula comercial cuyo fin era el del aumento de las ventas a través del entendimiento de las letras originales.

Esta práctica era muy habitual en la música de los años 60, por ejemplo. A pesar de lo cual, existen varios ejemplos que contradicen la premisa anterior. Versiones que eliminan todo rastro de la canción original en la letra, o aquellas que la modificaban de tal forma que eran capaces de mantener el mismo espíritu.

Esas suelen ser las mejores versiones, cuando no se ciñen a repetir palabra por palabra cada verso de un tema que, por otra parte, suena así de bien en su idioma porque es su idioma, y a menudo no supone el mismo resultado en lo lírico ni en lo sonoro cuando se convierte en una traducción literal.

Una canción: La Chanson De Jacky, de Jacques Brel

La Chanson De Jacky, de Jacques Brel

La Chanson De Jacky (o simplemente Jacky), una de las grandes canciones olvidadas de Jacques Brel (aplastada por el peso de otros grandes éxitos mucho más conocidos), es, en prácticamente todos los sentidos posibles de la palabra, única.

Brel, con su reconocido acento belga, su nada clásica interpretación lírica, siempre muy personal, y la increíble capacidad para inundar con una demente instrumentación una letra completamente maravillosa, irrealizable incluso hoy. Una desequilibrada obra maestra, en el sentido más caótico de la palabra.

Una versión: Jackie, de Scott Walker

Jackie, de Scott Walker

¿Y qué hizo Scott Walker con La Chanson De Jacky? Con una canción que ya hemos definido como obra maestra, única y demente. Mejorarla, sorprendentemente. Donde La Chanson De Jacky era más imperfecta, donde su instrumentación era más básica o enlatada, el Jackie de Walker la agrandó. No la hizo mejor, la hizo más grande, épica y deslumbrante. La misma canción, dos personalidades únicas interpretándola, haciéndola suya.

El espíritu musical es el mismo, indudablemente, el lírico lo es aún más. Los deseos, las aspiraciones y el carisma de dos cantantes que, coincidiendo en época, pero no en idioma ni en cultura (seguramente), son capaces de converger en una sola canción que transmite, aun sin comprensión de cada idioma, exactamente lo que quiere transmitir. Un clásico imperecedero, irrepetible en los estándares actuales y con un carácter apoteósico lo escuches por donde lo escuches.

Dos formas diferentes de molar.

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