Estoy tan acostumbrado a recibir información -a través del cine, la publicidad, o cualquier otra forma de consumo en la que aparezca una canción-, que creo conocer a los artistas que triunfan en nuestras tierras de tal modo, que reacciono igual ante su música que como si se tratara de cualquier grupo de música español.
Esto es, me afecta más las veces que una canción aparece en las radiofórmulas -si es que alguien aún las escucha-, el tipo de persona que sigue su música y la cantidad de gente que la conoce, que la música en sí. Un ejemplo claro y más o menos reciente de esto fue el del belga Gotye con su éxito Somebody That I Used To Know. Desconocido en su momento en España, servidor lo descubrió gracias a la web HypeMachine, que, como su propio nombre indica, es una especie de medidor de la popularidad de las canciones que aparecen en determinados blogs, en base a las escuchas y entradas.
Pues bien, aproximadamente un año más tarde, la canción llegó a España, y al poco hasta apareció en Gran Hermano -si no recuerdo mal-. Lo que nos lleva al deterioro musical, o lo que es lo mismo, a cómo se puede degradar una canción hasta convertirla en algo desagradable -si se presta atención y no se vive aislado en tu música-.
Radio Elvis, otro grupo francés a recomendar
Quizás por eso mismo, disfruto tanto de la música francesa (o en francés), libre de elementos externos y adicionales a los puramente musicales. Esto mismo puede haber influido en mi opinión de que de este idioma está naciendo la mejor música actual pop/rock que se está haciendo en todo el mundo, en lo que llevamos de década y desde buena parte de la anterior. Así intenté demostrártelo al menos hablando de las bondades de la nouvelle chanson. Ahí están para corroborarlo los Raphaël, Coeur De Pirate, Saez, Florent Marchet, BB Brunes, Zaz, Mademoiselle K, Fauve, Feu! Chatterton, Dionysos, Orelsan, David Giguère, Soan, Benjamin Biolay, Vanessa Paradis, Carla Bruni y un largo etcétera.
Ahora, añado un nuevo nombre a la lista: Radio Elvis. Por el aspecto del cantante, no me podría fiar de mi gusto musical -a esto me refiero con lo de que me influye demasiado lo que tiene éxito y del que yo soy testigo escuchándolo en todas partes hasta odiarlo-. Como aquí nadie los conoce ni los voy a escuchar jamás en una radio o en el reproductor musical de otras personas que me quemen sus canciones, estoy libre de prejuicios.
Juste Avant La Ruée es su primer trabajo, un EP que contiene cuatro canciones y del que destacan las cuatro, aunque en caso de ordenarlas de mayor a menor, serían tal que así: La Traversée, Demande à la poussière, Goliath y Le Continent. Para quien no les conozca, llegaron hasta la final del concurso de jovenes talentos parisinos constituido por la famosa revista francesa Les Inrocks, donde ganó el grupo Feu! Chatterton -muy recomendables- y de quienes con el tiempo Radio Elvis se ha convertido en telonero.
El sonido de Radio Elvis podría ser considerado como rock indie, género de amplio espectro, como las pastillas. Siendo un poco más específicos, diría que más allá de las reminiscencias anglosajonas actuales, su estilo bebe directamente de la chanson francesa. Con canciones cuyas letras esconden cierta épica elegante a juego con la duración de algunas de sus canciones, composiciones que se asemejan al mejor Dominique A y con un poderoso sentido del ritmo y de la voz, con melodías tranquilas que siempre parecen avecinar una tormenta. Un EP simple y sencillamente emocionante.
De momento este Juste Avant La Ruée me está gustando mucho y de esta forma los recomiendo, a la espera de más trabajos por venir.
Descripción obtenida de su página en Les Inrocks:
«En el cuarto vacío de nuestros padres, leemos a London y a Saint-Exupéry. En la videoteca, sobre los rayos desiertos, aún teníamos a Herzog y la furia de Kinski para darnos el sueño. Nosotros no vivimos los años 80 de verdad, pero mantenemos algunos rastros de Orchestre Rouge o de Marquis de Sade. Nunca vimos Manchester pero sabíamos de su música y también a nosotros nos emocionó.
Estábamos solos y, sin embargo, continentes enteros centelleaban bajo nuestra piel. Desde las orillas del Bósforo, el ron de Trinidad, el opio de Shanghai, nosotros conocíamos sus sabores, sólo tuvimos que inventar lo que somos hoy.
Niños, vivíamos solos en el peligro del día y cuando la noche avanzaba en nuestros hogares perdidos, escribíamos luminosos poemas con la secreta esperanza de existir.
Niños, suponíamos que a lo lejos se tejía una fiesta, nuestros viajes inmóviles debían conducirnos allí».
(Madrid, 1987) Escritor de vocación, economista de formación, melómano, cinéfilo y amante de la lectura, pero más bien amateur.