Este martes 14 de julio Ingmar Bergman habría cumplido 97 años de edad. Mucho se ha dicho sobre este cineasta a lo largo y ancho del cine, la literatura y ahora la red. Existen hasta dos autobiografías –Linterna mágica e Imágenes– que también dan cuenta de su vida, obsesiones, relaciones y, ante todo, la muerte… después de todo.
Por eso mismo, no pretendo yo aquí hacer un estudio exhaustivo sobre su trabajo, mucho menos sobre su personalidad o la capacidad que tenía para expresar, a través de una cámara o sobre un escenario teatral, todas sus inquietudes, desarrollando una carrera elocuente y muy compacta, que pasó por el clásico inicio de búsqueda de identidad, encuentro de la misma, beneplácito de la crítica, asentamiento del éxito y demostración de su maestría como director de cine. Siempre teniendo en cuenta, eso sí, que a día de hoy los gustos cambian y no es del paladar de cualquiera tampoco.
Sin embargo, venía a hablar, también esta semana, de un tema bastante serio y delicado, y es que con Ingmar Bergman se obtiene eso, y especialmente. Me refiero a la noticia ocurrida a finales de la semana pasada, en la que unos padres acabaron con la vida de su hija enferma y después se suicidaron, dejando una nota a su hijo de 28 años explicando los motivos. Como digo, un tema muy chungo.
Saraband, el testamento fílmico de Ingmar Bergman
Saraband (2003) es la continuación de Secretos de un matrimonio (1973), el regreso de la pareja formada por Liv Ullmann y Erland Josephson, primero como matrimonio y después como antiguos amigos que no se ven desde hace casi 30 años. En la primera parte no se dio demasiada importancia a los hijos de la pareja, en realidad dos niñas; sin embargo, en la segunda se nos muestran las circunstancias en las que se encuentra una de las hijas de ambos, así como de un hijo de Josephson con otra mujer, en la que vemos una relación llena de rencor y sólo sostenida por la presencia de la nieta, cuyo futuro está en el aire. No diré en qué circunstancias se encuentra la hija de ambos, pues se comenta prácticamente al comienzo de la cinta, porque en realidad no es el tema principal de la misma, pero es importante porque muestra, en este caso concreto, las consecuencias de una relación paterna mal llevada.
Si la única solución al alcance de una madre o unos padres consiste en ingresar a tu hijo en un hospital psiquiátrico para que tenga una vida más o menos equilibrada o digna (si es que se puede aplicar este adjetivo a esto), es que el resto de posibilidades disponibles para su bienestar dejan bastante que desear, si bien es difícil de calibrar hasta qué punto es cuestionable o se puede juzgar a unos padres por “abandonar” a su hijo, así como lo haría un hijo al “abandonar” a su padre en un asilo de ancianos con el tiempo. Es muy difícil tener una opinión al respecto, porque es confrontar el amor de un padre contra unas circunstancias vitales empobrecidas o limitadas en varios puntos, para todos los afectados.
La primera película en la que pensé al leer sobre este suceso fue Las llaves de casa (Gianni Amelio, 2004), película italiana que trata sobre un padre de un hijo con discapacidad. Una película bastante dura y difícil de ver, sobre todo porque se adentra con bastante veracidad en lo que se debe sentir al tener un hijo en estas condiciones: conmovedora, triste, con algunos diálogos que dejan en la mente varias dudas y cuestiones a las que el espectador debería dar bastantes vueltas, si es que el tema le interesa.
Y es que lo que supone cuidar de alguien dependiente que deberá vivir sin ti una vez te hayas ido de este mundo no debe de ser fácil de imaginar. Lo ocurrido en esa familia, la real, la de la noticia, resulta bastante perturbador, porque ante las incógnitas cada uno encuentras sus propias respuestas y surgen varias preguntas que tienen que ver con la familia, los hijos, la falta de ayudas, el aborto… y sobre todo la vida, qué significa la vida y hasta qué punto esa pareja no tendría otra salida.
Pero bueno, no hay que pensarlo más, porque pensar es malo y te acabas haciendo pajas mentales, que encima en Saraband también se trata la vejez, un tema muy poco tratado (por el miedo y la falta de interés que debe dar.