El Rancius, el alter-ego de Quequé y el no tan alter-ego de Héctor de Miguel (según dicen), se ha convertido en un fenómeno viral en internet con Todos somos Rancius. Y si aún no lo es, lo será.
La vida moderna (LVM), programa de radio -y de YouTube– presentado por David Broncano y cuyos colaboradores son Ignatius Farray y Quequé, ha conquistado las noches de lunes a jueves de la SER, hasta el punto de hacer desaparecer otros programas de Oh My Lol (contenedor ahora de LVM, Las noches de Ortega y SON Estrella Galicia). Y no es casual. La vida moderna conecta con varias generaciones diferentes de radiófilos, de vidéofilos y de personas en general.
No importa la edad, ni los gustos, porque en su fórmula está el éxito. En primer lugar, la improvisación compenetrada y en comunión de los tres presentadores; en segundo lugar, la carencia de limitaciones en el humor, que, aunque compenetrado siempre, varía de forma bien clara en función de cada personaje. Es obvio que no es tan fácil definir y estructurar las causas del éxito, pero también es obvio que han llegado al corazón de los urbanitas y de los rurales por igual, ganándose el amor de todos ellos. Sólo hay que ver cómo triunfan en sus giras teatrales por España (con La vida moderna Live Show).
El Rancius, un emblema de La vida moderna, ahora con canción
Funciona como un reloj, esa es la definición más pertinente. Desde el Community Manager y productor (Álex Pinacho) a otros colaboradores o secciones esporádicas (Pedro Lucha, La ingeniería, ¿Y qué hay en IFEMA?, las apariciones de Julio, voz de la Cadena SER, etc.), todo fomenta la cercanía con el público. Basta con ver los vídeos en YouTube, desde los inicios hasta hoy, para comprobar cómo ha ido evolucionando en popularidad (de un sólo asistente a un estudio a rebosar de gente).
Los regalos de las gentes bellas, el extra-time de YouTube, el lenguaje utilizado y extendido entre todo el país, los cánticos sobre UPyD, las despedidas mentando a Lopetegui (y que tan lejos le han llevado en su carrera). Un aumento en calidad que se supera cada día y que muchos temen que termine por el mismo tope del humor, que muchos temían que terminara tras el paso de programa semanal a diario (y que resultó justo al contrario).
¿Es un fenómeno social? Quizás aún no del todo, por más que recomiendo que lo escuchen en mi entorno. ¿Será el éxito de El Rancius con su temario Todos somos Rancius el que cause el cambio de actitud entre los fans? Ahora todo es ironía, como cuando escuchas a Sabino, pero aquí también todo es realidad, aunque sea con unos toques de sarcasmo que hermanan a los humoristas con su público. Un público que sabe reírse de sí mismo, que entra en el juego y que cada día está más a la altura del programa que ven o escuchan como droga dura (con esas casi siempre grandes definiciones de La vida moderna, a menudo obsesionadas con los abuelos). Fascismo del bueno que, esperemos, nunca nos cause una desepsió.
¡Dale Coke y empezamos!
(Madrid, 1987) Escritor de vocación, economista de formación, melómano, cinéfilo y amante de la lectura, pero más bien amateur.