Hablar de las guerras yugoslavas o de la guerra de los Balcanes es hablar en gran medida de terribles crímenes de lesa humanidad. Y ya sé que resulta raro destacar como algo especial los crímenes en relación a guerras, pero teniendo en cuenta que, hasta cuando se piensa en las más cruentas, muchos lo hacen desde la moral y la honradez del enemigo que no mata salvo cuando toca, y no maltrata al que ha sido vencido ni lo humilla, pues claro, la realidad siempre es más triste que lo que uno piensa.
En The Seasoning House, película de 2012 dirigida por Paul Hyett, sobrevolamos uno de esos crímenes que tuvo lugar en los 90, cuando Milosevic y el Ejército de los serbios de Bosnia llevaron a cabo una limpieza étnica en Bosnia y crearon campos sexuales que, de acuerdo a varias fuentes, contaba con una cifra que oscilaría de entre veinte a cincuenta mil mujeres bosnias que fueron violadas sistemáticamente para producir una generación de serbios. A mediados de los 90, como si hiciera mucho tiempo.
Sin embargo, The Seasoning House, tratando este suceso real, aparece como un ejercicio de optimismo entre la angustia y el dolor que de verdad sufrieron todas esas víctimas. Optimismo, digo, porque estamos ante una cinta de venganza, y la venganza, aunque venga como producto del dolor y el sufrimiento, implica dar su merecido a los malvados, algo que, en el caso real, nunca pasó o, en el mejor de los casos, pasó demasiado tiempo después (que pregunten a Rako Mladić).
The Seasoning House, del genocidio en Bosnia a la venganza prosaica (con un pequeño toque de poesía)
Por eso, con esta película tengo algunos sentimientos encontrados. A veces parece un telefilm con giros y recursos de escaso nivel, o un vídeojuego en un ordenador que no soporta bien sus gráficos, dando la sensación de que más de la mitad del metraje está montado a cámara lenta. Por otro lado, a veces es un drama serio con violencia explícita de gran altura. Una mezcla que deriva en un producto más que aceptable, a pesar de todo lo negativo. Porque, aunque en ciertos momentos uno dude su calidad, hasta incluso en su final The Seasoning House tiene algo de poético sin caer en absoluto en la obviedad, pero cayendo.
Esa es la enorme contradicción que hace de esta película algo apreciable. Puede que porque el espectador, en su deseo de buenas noticias, es lo que espera y quiere. Pero luego están esos detalles. Por ejemplo, que en una película sobre venganza contra los hombres, donde el sentido de posesión y la brutalidad están a la orden del día, que la protagonista aplique el mayor grado de rabia contra otra mujer resulta, cuanto menos, interesante. Puestos a ensañarnos, ¿no? Y, al mismo tiempo que la violencia es muy real, los tobillos parecen bañados en aceite, las manos son de goma y la puntería sólo es buena contra los personajes sin nombre. De esto deriva que algunas escenas de acción den un poco de cosa, porque hasta el pistolero más certero sin mirar al objetivo corre el riesgo de fallar si a quien persigue es a la prota.
Pero, como digo, el final de la película tiene algo de poético entre tanta prosa, y con eso me quiero quedar. Una buena forma de venganza, y también la más apropiada para la película. Siempre es mejor ver que alguien malvado sufre que verle morir sin más. De un castigo se percata, del otro no tiene ni tiempo para asimilarlo.
(Madrid, 1987) Escritor de vocación, economista de formación, melómano, cinéfilo y amante de la lectura, pero más bien amateur.